PLURINOMIO

12/21/2008

 

NUNCA LEERÁN EL QUIJOTE, PERO TENDRÁN SUS CERVANTES
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Los primeros nativos digitales tienen entre 15 y 18 años. Han crecido conectados, con el ADSL funcionando a pleno rendimiento. No soportan la espera, todo lo que quieran está a un clik de distancia. No quieren que les cuenten un rollo, huyen de la secuencia lineal de la información, quieren intervenir en el proceso, hacer clik para ir donde les interesa. No son consumidores pasivos de contenidos, sino activos: crean contenidos, se mandan videos, fotos que retocan, que editan, son muy creativos; por eso la tele les empieza a parecer una cosa un poco antigua, aunque sea una plantalla plana.
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(Fragmento de un Reportaje aparecido en el Pais, 21-12- 08, de Joseba Elola)

12/20/2008

 


COMO SI TAL COSA

Desde hace unos años en Madrid se ha puesto de moda ponerse pelucas en fechas navideñas. La gente pasea por el centro de la ciudad, compra pelucas de colores llamativos en la Plaza mayor, y sigue paseando con sus cabelleras de plástico. No termino de entender el fenómeno. Veamos. No se trata de borrachos que, en mitad de su cachondeo, se enfundan pelucas como un acto de guerra (la noche, el ciego, siempre han tenido algo bélico). Tampoco son grupos de adolescentes que se disfrazan para hacer gala de su rebeldía o de su pavo, ni grupos de amigos que están celebrando una despedida de solteros. Son familias (parejas paseando a su hijo o madres que rozan la cincuentena que caminan con sus hijas de veintitantos) que compran esas melenas fucsias o azulonas, y prosiguen su caminar como si todo siguiese igual. No parecen especialmente contentos, ni dan la impresión de querer reivindicar una afición carnavalesca. Simplemente pasean con pelucas como si fuese lo más normal del mundo. De hecho, como esta práctica se ha convertido en una moda, ni siquiera llaman la atención. Es como si un día llegaras a la oficina, y de repente observases que la mitad de tus compañeros llevan peluca y que todos (incluidos los que no están disfrazados) actuasen del modo más normal del mundo.


12/13/2008

 

OS DESEO MUCHA PAZ, SALUD, AMOR Y FELIZ 2009
Me encanta la navidad. Las reuniones familiares, las cenitas con los amigos, el marisco, el champagne, el exceso. Me gustan los villancicos, la cursilería de estas fechas y la tele narrando donde ha caído el gordo de navidad. Me gusta volver a casa, abrazar a los míos, el brasero y echarme la siesta mientras veo Willow. La chimenea, el pavo, el marina alta, los langostinos, el rioja, el turrón, y el discurso de Juancar. Y también las anécdotas que siempre se cuentan en estas fechas. Levantarme y saber que ha llegado Santa Claus con sus calcetines llenos de chuches. Las campanadas, las uvas, el feliz 2009, la gran borrachera, y esas cositas que se dicen al oído antes de que amanezca. Los especiales de nochevieja que veo el día dos por la tarde y los discos del boom. Me fascina el gran cuento de los reyes magos y cómo sobrevive a pesar de la fiebre consumista.

12/09/2008

 
808

Una mosca. Una mosca y un papagayo. Una mosca, un papagayo y un elefante rosa. Todo eso pasa por mi cuaderno gris. Estoy tumbado en la nieve. Tomé la carretera de Burgos. Luego giré a la izquierda, dirección Pinilla. Subí con mi SEAT IBIZA, último modelo, hasta el final de la carretera. Ya sabéis todos que me encanta el vino tinto. Hace mucho frío aquí en la nieve. Y llueve. No sé por qué no nieva. Mi cuaderno gris. Una mosca y un papagayo. El elefante rosa ha desparecido. Llueve en la nieve. Me comería un cordero pero no puedo separarme del cuaderno gris. El papagayo ha desaparecido. Sólo queda la mosca y su zumbido.



 
NENÚFARES

Leo en la contraportada del “El pais” : “Mi curiosidad es superior a mi profundidad”. Es una frase de Daniel Divinsky, editor de Mafalda. En realidad creo que es lo que nos pasa a todos últimamente. Somos muy curiosos y muy poco profundos. Ya casi nadie lee novelas de más de 500 páginas. Es el efecto de la interconexión, de internet, del exceso de información. Nos movemos entre nenúfares, saltando de un fragmento a otro, sin posibilidad de continuidad. Se acabó el principio, el desenlace y el fin. Lyotard lo denominó, en los años 70, como “la crisis del metarrelato” y acuñó el término de “posmodernismo”. Es algo parecido a lo que le pasa a los niños pequeños. Son muy curiosos y muy poco profundos. Se encaprichan de una cosa, y a los cinco minutos ya se han olvidado de su juguete. Necesitamos estímulos diferentes constantemente. Y si eso nos pasa a nosotros (que vivimos entre Gutenberg y Google), imaginad cómo serán las nuevas generaciones. La mente humana está cambiando.



12/02/2008

 


LA LUCHA DEL TANGA Y LA BRAGUITA CONTINÚA

La puerta daba al cuarto de la colada y el lavabo estaba en el otro extemo. Me lavé, me sequé y emprendí el camino de la cocina. En el cuarto de la colada me llamó la atención una cuerda que iba de pared a pared. De ella colgaba una serie de bragas semejantes a una tertulia de muchachas risueñas. Las había azules, rosas, blancas y doradas. Eran demasiado delicadas y pequeñas para ser de la señora Parrish. No podían adornar otra cosa que la gloria de mi vida. ¡Maldición"
(fragmento de "Un año pésimo" , de John Fante)

11/18/2008

 

EL LOBO ESTEPARIO

Ernesto Guevara despertó en la crisis financiera de 2008 y se dijo así mismo que era buen momento para proseguir la revolución. Estuvo vagando por internet, buscando colectivos que le pudieran ayudar en su ardua tarea. En esas, dio con la página de youtube y, buscando un documental de basurama, se tropezó con el siguiente video:

http://www.youtube.com/watch?v=0dl1GnKYSUE

Quedó conmocionado. El hombre nuevo nunca podría ser feliz. Jamás alcanzaría la poesía de Paulina. Ernesto se imaginó en una fiesta bailando esa canción, poseído por el ebrio soniquete de la felicidad. En sus divagaciones oníricas, Ernesto movía las caderas, sonreía pícaramente a sus amigas de baile y sentía el placer corriendo por sus venas.

Ernesto volvió a la realidad, abrazó de nuevo el ataúd, y se quedó dormido mientras repetía:
Y yo sigo aquí, esperándote y que tu dulce boca ruede por mi piel.

11/15/2008

 


OJALÁ HUBIESE SIDO MARIO


Jorge B. es hijo de un importante senador de Estados Unidos. Por el rancho de su familia desfilan los peces gordos de la vida económica y política de su país. A Jorge B, sin embargo, no le interesa ese mundo. En realidad no espera nada de la vida. Su padre le habla de los principios de la Constitución americana, de la libertad, del libre mercado, del poder. Estas grandes palabras le entran por un oído y le salen por otro. Jorge B. estudió historia en la universidad, pero bien hubiese podido estudiar sociología o filología francesa, o cualquier otra carrera. Fue a la universidad por imperativo familiar pero nunca le interesaron los estudios. Tampoco le interesan los planes que su padre le reserva. Jorge B. está desorientado y su único refugio lo encuentra en la noche. Sale, se emborracha, y vuelve a casa ebrio, en su Cadilac de 7 metros de largo. A veces pasa la noche fuera de casa, en el piso de alguna muchacha o en el estudio de unos amigos mexicanos. Tanto sus amantes como sus amigos provienen de la clase baja. Le fascina hacer el amor en un colchón tirado en el suelo, con mujeres que tienen la vida de la taberna en el olor de su piel. Luego se levanta por las mañanas en esas habitaciones sucias, a lado de un cuerpo femenino todavía dormido y vuelve a sentirse vacío. Con sus amigos mexicanos comparte su amor por el Tequila y por la poesía. Jorge B aprende algo de español en esas veladas. Su escaso castellano le basta para leer a Mario Santiago Papasquiaro, un poeta desconocido al que veneran todos sus amigos mexicanos. A Jorge B. le encantan sus versos y, sobre todo, las historias que le cuentan de ese escritor. Se lo imagina paseando errante por el mundo, fumando marihuana mientras escribe en servilletas de papel, leyendo poesía debajo de la ducha. Pasan los meses y Jorge B cada día está peor. Ya no espera a la noche para beber. Se levanta con los ojos hundidos en una profunda tristeza y se aferra al alcohol. Whisky, Vodka, Tequila, lo que sea. Su padre se pregunta en qué ha fallado en la educación de su primogénito. La realidad se impone poco a poco. Jorge B es alcohólico, ya no puede hacer el amor a las chicas que recoge en las madrugadas de cansas, y sus amigos mexicanos se aburren con sus historias. Al fin y al cabo, no es uno de ellos, sino una oveja descarriada de la burguesía yankie. Un día Jorge B. estampa su coche contra un abeto centenario y pierde la conciencia por un breve período de tiempo. Cuando se reanima, se da cuenta del desastre. Su Cadillac (una de las pocas cosas que amaba en este mundo) es un amasijo de hierros, tiene el cuerpo ensangrentado y una nube densa de humo amenaza seriamente su vida. Entonces escucha unos pasos que se acercan lentamente por la carretera. El caminante se detiene a su lado y entre la densa nube humo aparece un rostro vagamente conocido. Por un momento, Jorge B cree ver a Mario Santiago Papasquiaro. El rostro poco a poco se vuelve nítido. No se trata del poeta, es Jesús. Jesucristo. Jorge B se levanta al día siguiente en un hospital. Está rodeado de su familia. Su padre le da un beso en la frente y le dice que le quiere. Pasa una semana. Jorge B. sale del Hospital, vuelve a casa y mantiene una reunión con su padre. Le dice que va a cambiar su vida, que quiere seguir el buen camino. Su padre le comenta que se va a presentar a las primarias del Partido (el partido republicano, se entiende) para ser candidato a la Presidencia de los Estados Unidos. Jorge B. abraza a su padre y le susurra que siempre estará a su lado.

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